Industria Cultural

El sistema de producción al que está expuesto el Hombre Blandengue consiste en el contrato por parte de la Industria de la fuerza y el tiempo de trabajo requeridos para, junto con las materias primas y la infraestructura necesaria, llevar a cabo la producción de un determinado bien o servicio. La contratación de la fuerza de trabajo se realiza mediante el salario y es en esencia una relación libre, pues no liga a la persona en sí. La rentabilidad del producto en el que se hace la inversión de capital, proviene del consumo por parte de la sociedad en un mercado globalizado. Se pueden distinguir tres fases principales dentro del sistema económico de producción capitalista. La primera, la fase de fabricación del producto, después, la distribución del mismo desde los centros de producción hasta los compradores, y la fase final, la de venta, que es donde las empresas revierten económicamente el capital invertido. Analizando los sistemas de comunicación, se aprecia el paralelismo existente, ya que ambos constituyen procesos de intercambios en los que destacan fases similares: producción (emisión), distribución (transporte por el canal) y consumo (recepción) de una determinada mercancía informativa o mensaje. De esta forma los mass media aprovechan su doble funcionalidad como empresas y como agentes de un proceso comunicativo. Como consecuencia de la mediatización y el consumo de masas, surge la industrialización de la cultura.


La Industria Cultural centraliza los intercambios culturales y artísticos, que antes eran libres y estaban claramente diferenciados de los procesos mercantiles. Para ello, los mass media han adaptado los procesos comunicativos a los modos de hacer del orden imperante. Los medios son los nuevos creadores y repartidores de la cultura del S. XXI y su Historia. El sistema neoliberal es esencialmente dinámico, es decir, que siempre está en cambio constante, y abierto, que abarca multitud de campos profesionales y disciplinas, demostrando su gran capacidad de acción, asimilación y control, tanto a nivel interno como externo, propiciando una evolución direccionada, elitista y desequilibrada a lo largo de su historia, desarrollada entre límites estructurales muy amplios, como el mecanismo mercantil de intercambio y la acumulación de riquezas. Estos procesos de intercambio son fruto de la misma ideología de sus políticas y leyes promulgadas. La acumulación constante de riqueza da paso a crisis cíclicas de estancamiento o desarrollo. Debido a esto, al Nuevo Orden Mundial no le conviene quedarse estancado, sino que ha de ser muy resolutivo, sobre todo con el capital. Para satisfacer las perspectivas del modelo económico predominante, la élite social creó un amplio mercado donde los procesos de producción y consumo de mercancías culturales, pudieron hacerse a gran escala. Por sus características más intrínsecas, el capitalismo, es un sistema de grandes redes y de excedentes, el cual, funciona con grandes márgenes entre inversión y beneficio. De esta manera, asume grandes riesgos en la inversión a costa de que estos le reporten muchos más beneficios con los que asumir riesgos más grandes y así sucesivamente.


Este sistema ha traído consigo dos consecuencias principales. Por un lado, la búsqueda de un consumo creciente, acelerado y desproporcionado, es decir, conspicuo y que provoca burbujas especulativas, y por otro, la explotación radical de los elementos del planeta Tierra como fuentes de materias primas y energéticas, lo que permite sustentar y mantener la consecuencia anterior. Este modelo productivo atenta contra la naturaleza y el ser humano, así como, de la idea humana y metafórica que teníamos de la Pachamama. La exigencia de un consumo acelerado y sobredimensionado se intenta justificar integrando nuevas capas, las más desfavorecidas, de la sociedad al mercado o dando lugar a necesidades inventadas, misión de la publicidad. Esta ampliación de mercados va mucho más allá de una expansión territorial y geográfica que permita alcanzar mayor número de consumidores, idea que Marx relacionaba con la expansión imperialista de los estados. La ampliación de mercados da salida y mayor importancia a productos de segunda línea que no son imprescindibles para vivir, homogeneizando unos valores y arquetipos en las mercancías informativas. A pesar de todo, las características más criticadas del capitalismo son, paradójicamente, las que lo han convertido en el sistema económico del modelo de organización social más longevo y  sólido al que haya estado sometido la humanidad. El carácter excesivo que traspasa el ámbito de las necesidades básicas se relaciona con la propagación de la cultura. La cultura dominante orienta su producción informativa hacia la cultura dominada, creando necesidades antes inexistentes, modelos culturales y referentes sociales y artísticos. La industrialización de la cultura, al estar sujeta, tanto al poder adquisitivo, como a la transformación de los bienes simbólicos y estéticos como una necesidad, se desarrolla paralelamente al capitalismo.


La empresa televisiva se ha industrializado hasta alcanzar niveles más altos que ningún otro servicio de la cultura. Dos de las condiciones que han facilitado esta fuerte industrialización son el volumen masivo de productos culturales ofrecido y el control sobre el mercado a través de la distribución y difusión, que se dan de forma inherente en este medio. El funcionamiento del mercado televisivo no descansa de manera exclusiva en la respuesta directa de la audiencia a cada uno de los productos culturales, sino que se adapta para estabilizar los diferentes niveles de aceptación para los distintos públicos y franjas horarias. De todas formas, la producción de cada una de estas mercancías, ya sean programas, series, películas, retransmisiones deportivas, conciertos musicales o informativos, se realiza siguiendo el esquema de organización propio del modelo industrial, lo que permite una gran eficacia para sus intereses, ya que permite la posibilidad de creación de rutinas que rentabilicen las inversiones. Estas posibilidades permiten a la televisión planificar la producción de manera más continua y flexible que en otros medios de comunicación social. Esta planificación permite asentar las bases ideolción transcultural del Hombre Blandengue se presenta como el nuevo reto para el empoderamiento y preservación de la cultura propia. Superar la propia cultura, ir más allá, para entender las similitudes contextuales y hacerlas prevalecer sobre las diferencias, prejuicios y estereotipos que construye la Industria Cultural del Nuevo Orden Mundial a través de sus diversos productos culturales y mercancías informativas.ógicas y estéticas que el producto cultural deberá seguir en el tiempo y el espacio, tanto a nivel cualitativo como cuantitativo. Además, este carácter múltiple del medio televisivo, le permite mantener relaciones trasversales entre las poderosas estructuras de organización industrial, generando vínculos sólidos entre sus intereses comunes de control y éxito social.

Con la llegada de Internet, la Industria Cultural ve zozobrar los sólidos pilares ancestrales en los que ha basado su modelo de producción y consumo. Los nuevos contenidos y posibilidades de esta herramienta comunicativa, propician una ruptura con la forma tradicional de creación, difusión y consumo de información y cultura. Ahora, la emancipación transcultural del Hombre Blandengue se presenta como el nuevo reto para el empoderamiento y preservación de la cultura propia. Superar la propia cultura, ir más allá, para entender las similitudes contextuales y hacerlas prevalecer sobre las diferencias, prejuicios y estereotipos que construye la Industria Cultural del Nuevo Orden Mundial a través de sus diversos productos culturales y mercancías informativas.

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